La voz de la Filosofía

Este blog tiene la intención de promover un espacio -virtual, pero no por eso menos real-, en el que los que nos dedicamos a la filosofía (y también los que no) podamos "hablar" y "escribir"...

domingo, diciembre 24, 2006

La vida...

Lady Windermere: Lord Darlington es un frívolo.
Lord Darington: ¡Oh! No diga eso, lady Windermere.
Lady Windermere: Entonces, ¿por qué habla tan frívolamente de la vida?
Lord Darlington: Porque creo que la vida es una cosa demasiado importante para hablar seriamente de ella.

(Oscar Wilde -genial-, El abanico de lady Windermere)

jueves, diciembre 21, 2006

La escritura como pensamiento de lo intolerable

"La literatura se presenta entonces como una iniciativa de salud: no forzosamente el escritor cuenta con una salud de hierro (se produciría en este caso la misma ambiguedad que con el atletismo), pero goza de una irresistible salud pequeñita producto de lo que ha visto y oído de las cosas demasiado grandes para él, demasiado fuertes para él, irrespirables, cuya sucesión le agota, y que le otorgan no obstante unos devenires que una salud de hierro y dominante haría imposibles. De lo que ha visto y oído, el escritor regresa con los ojos llorosos y los tímpanos perforados".

Gilles Deleuze, La literatura y la vida, en: Crítica y clínica, p.14

lunes, diciembre 18, 2006

Cambio: devenir imperceptible


Los grandes cambios son imperceptibles. Esta afirmación puede parecer extraña. Normalmente, el cambio mismo, sin duda, es evidente, ruidoso, y muchas veces inesperado. Y al ser estruendoso e inesperado se muestra sorprendente. Como se suele decir: nunca estamos preparados para los cambios. Esto sucede porque nos hemos acostumbrado a ver el mundo y lo que sucede en él de forma macro, como si todo estuviese formado a partir de grandes bloques o estructuras; formaciones que generalmente son duales y categóricas: hombre-mujer, ricos-pobres, amor-odio, alegría-tristeza, izquierda-derecha, artificial-natural, etc. A esta organización macro de lo real Deleuze la llama "molar" y le opone lo que él, junto a Felix Guattari, llama lo "molecular", lo micro diríamos en lenguaje económico. Esta oposición pretende mostrar que los grandes cambios, justamente, se dan a nivelar molecular, pero que mientras se están dando no son perceptibles. Lo molecular es entonces lo que constantemente está siendo, es decir, deviniendo. Es el flujo imperceptible de lo real, el flujo que está por debajo de las grandes categorizaciones o estructuras. En lenguaje platónico, es lo que no representa el modelo de la Idea, es el sofista. ¿Por qué reflexiono ahora sobre esta distinción entre lo molar y lo molecular? Siempre exigimos cambios, sobre todo en un país como el nuestro, tercermundista y postergado; pero también lo hacemos en nuestro trabajo o en nuestras relaciones más cercanas. Sin embargo, poco hacemos para que esos cambios se den efectivamente. Pensar en grande no funciona. Seguramente la utopía de la revolución, del cambio radical, es una representación fuerte e importante de qué es lo que un pueblo quiere. Pero es solo eso, una representación. Lo importante es, como afirma Deleuze, el devenir revolucionarios de cada individuo (y, obviamente, no estoy hablando acá solo de política). Lo importante está en el medio, no al final o al comienzo. No qué soy y qué quiero ser, sino que estoy siendo. Trabajar con nosotros mismo a nivel molecular, trabajar nuestros devenires, nuestros flujos y movimientos microscópicos, esa es la forma de producir, luego, ante los ojos que no ven más allá de lo evidente, lo que estos llamarían un cambio. Es común condenar a quienes tiene el poder por su incapacidad para generar cambios reales. (Nota al pie: Poder acá en sentido tradicional, como estructura de dominación. Sería interesante ver esta cuestión de lo molar y lo molecular teniendo en cuenta la "microfísica del poder" de Foucault). El poder es molar, y moral. Evidentemente tienen cierta responsabilidad, pero al mismo tiempo son impotentes. Verticalmente, de arriba hacia abajo, no hay verdadero movimiento. El movimiento surge desde el fondo, nuevamente, de lo molecular. Habría que dejar de exigirle al poder lo que, por definción, no puede hacer: devenir. Solo nosotros somos capaces de hacerlo.

miércoles, diciembre 13, 2006

Lima reactiva

Nietzsche nos enseñó a distinguir dos tipos de formas de ser en el mundo, dos actitudes vitales, dos tipos humanos: lo activo y lo reactivo. Esta pareja de conceptos siempre me pareció perfecta para calificar a nuestra sociedad. Para reconocernos en ella. Más de una vez he intercambiado esta idea con algunos amigos. Ahora va para todos. Nuestra sociedad -Lima específicamente- es profundamente reactiva. A nadie se le escapa que somos una sociedad discriminadora y excluyente; aunque, como mostraba una encuesta presentada por los medios hace unos días, estas actitudes paracen ser exclusivas del otro, nunca propias. Nuca soy yo, siempre es el otro. Lógica perversa de proyectar en el otro nuestros deseos no reconocidos. Además de esta lógica excluyente que es profundamente reactiva y que el discurso oficial rechaza (no es políticamente correcto discriminar, aunque subrepticiamente es necesario hacerlo para mantener segmentos claros) existen dos actitudes muy peruanas -muy limeñas, de nuestra sociedad-: la verguenza (el popular "roche") y la crítica ladina. Es impresionante el "roche" de mucha gente al enfrentar situaciones en las que se ven expuestos a la mirada ajena. Y, obviamente, cabría preguntarse por qué. ¿Inseguridad? ¿autoestima baja? ¿falta de confianza en sí mismos? Seguramente todas estas son opciones válidas. Pero pienso -y este es el centro de este asunto- que hay una salida más potente y tiene que ver con la segunda actitud que mencioné líneas arriba: la crítica ladina. En principio no tenemos roche en el baño, frente al espejo; tampoco con la gente que tenemos más cerca, amigos o familiares; aún menos, supongo, con nuestra pareja, en la cama. ¿Cuando surge este sentimiento que paraliza y ahoga toda posibilidad creativa y de expresión? ¿Cuándo empezamos a dudar tanto de nosotros mismo que nuestro cuerpo se calienta y el tartamudeo invade el habla? Esto sucede cuando la mirada del otro recae sobre nosotros, pero ¿cuál es el problema de eso? ¿no era acaso para el hombre griego la mirada ajena condición de posibilidad para el reconocimiento y la exaltación? La mirada constituye, la mirada reconoce, la mirada ofrece abrigo, hogar, calor; la mirada atenta y directa transmite sinceridad y apertura... y, desgraciadamente, esa no es nuestra mirada. Por ello, la causa del roche está en la mirada torcida del otro: mirada sesgada, maliciosa, oculta. Mirada atenta como la del águila a captar el error, la traba, el defecto, para inmediatamente hacer de ello su potencia. Crítica ladina, negativa, nunca positiva. Quien habla en público -y pongo este ejemplo pensando en mis alumnos, pero se hace extensivo a cualquier grupo- está sometido al escrutinio de un público dispuesto a despedazarlo, nunca a sostenerlo.
Hacer de la falla del otro nuestra máxima potencia. ¿No les suena eso conocido? Caracter absolutamente reactivo. El hombre reactivo es aquel que no puede gozar por sí mismo de la vida, aquel que no puede afirmarse sin negar o destruir al mismo tiempo al otro. Como decía Hobbes, la autoafirmación pasa por someter y aplastar al otro. Pero esto sucede en el estado de naturaleza, no en un supuesto estado social. ¿No será que nuestra sociedad involuciona hacia un estado natural? ¿el hombre como el lobo del hombre? Definitivamente son escenas terroríficas las que vemos cotidianamente en las calles, desde las combis y los mounstruos que habitan en ellas (dignos personajes de Sin city) hasta los maniquíes de series televisivas que retratan "esta sociedad". ¿Dónde está la humanidad? ¿en qué momento se perdió?
Nos arrochamos porque sabemos que el otro está presto a aplastarnos al menor fallo, y sabemos eso pues nosotros somo ese otro. "Un yo es siempre otro". El carácter reactivo es propio de todos nosotros. La sangijuela sería la mascota limeña: sangre de tu sange. Cambiar esto exige pensar y sentir en términos activos, buscar potenciar nuestra capacidad de gozar, que nuestra existencia no pase por la negación de la de los otros.
Gozar es siempre gozar con otro.