La voz de la Filosofía

Este blog tiene la intención de promover un espacio -virtual, pero no por eso menos real-, en el que los que nos dedicamos a la filosofía (y también los que no) podamos "hablar" y "escribir"...

jueves, febrero 22, 2007

La filosofía en movimiento II


II
Pero, ¿cómo lograr semejante tarea? ¿Cómo devolverle a la filosofía su poder creador? En complicidad con Nietzsche, Bergson surge como uno de los principales intercesores de Deleuze. El autor de Materia y memoria denuncia la abstracción del pensamiento a través de la síntesis de tres tipos de movimiento: percepción, afección y acción. Su intención fundamental es dar cuenta del movimiento del concepto. Líneas arriba describíamos al concepto como una abstracción, como un universal desvinculado del tiempo y la vitalidad. Como una identidad sin diferencia. Ahora bien, Bergson le permite a Deleuze pensar un concepto diferente, un concepto que dé cuenta del movimiento[1]. Un concepto no universal, sino singular. Sin embargo, cabría preguntarse con todo derecho ¿cómo puede existir un concepto singular? ¿cuál es la utilidad o el sentido de un concepto de esta naturaleza? No es momento de entrar detalladamente a analizar la concepción que maneja Deleuze del concepto y a la cual le dedica gran parte de su último libro escrito junto a Félix Guattari: ¿Qué es la filosofía?[2] Digamos ahora, simplemente, que para Deleuze la función de un concepto no es referir a un objeto externo (un grupo de objetos que compartan una misma característica), el concepto no tiene referencia; por el contrario, el concepto lo que hace es delimitar una zona sobre lo real. En este sentido, el concepto es siempre singular porque reúne (en una zona) un conjunto de multiplicidades, las cuales, sin él, no podrían ser determinables. El concepto sería como el nombre propio que se le asigna a un conjunto de rasgos que conforma una enfermedad: Parkinson o Cogito[3]. Por ello la filosofía en tanto disciplina creadora de conceptos es una sintomatología[4]. Nietzsche había dicho ya que el filósofo debe ser el médico de la civilización.

Un ejemplo. Deleuze desarrolló un concepto en movimiento muy potente, un concepto singular que diera cuenta de la naturaleza de la multiplicidad de lo real: el pliegue. En su libro sobre Leibniz y el Barroco, titulado justamente El pliegue[5], Deleuze despliega todas las implicancias y características de este concepto. Este libro es un punto importante en el pensamiento del filósofo francés (más bien debería decir, un pliegue importante, pues Deleuze odiaba la noción de punto[6]) pues, en sus propias palabras, constituye la confluencia de sus anteriores libros, tanto los dedicados al arte, como los de historia de la filosofía (si así pueden ser calificados) y en los que creó una filosofía, primero solo, y luego, junto a Guattari[7]. En síntesis, el concepto de pliegue es un concepto diferencial o diferenciante. Hay pliegues por todos lados, en el alma, en el cuerpo, en la naturaleza, en los recuerdos, en el agua, en las relaciones, etc. Pero todos los pliegues son diferentes, siempre distintos, de los otros y de sí mismos. Así, el pliegue nunca podrá ser un concepto universal, permanecerá siempre en la singularidad[8].

He dicho que Deleuze siempre buscó el movimiento, y en su filosofía particularmente trató de devolverle el movimiento al concepto, lo cual significaba volver a reconectar la filosofía con la vida, el pensamiento con el tiempo. De ahí que se autocalificara como un vitalista. Ahora bien, ¿por qué tanta preocupación por el concepto? ¿Por qué es urgente y profundamente necesario devolverle el movimiento al concepto? En última instancia es una cuestión de liberación. Pero vayamos por partes. Volviéndonos sobre Heidegger, podríamos afirmar que la pregunta capital de la filosofía de nuestro tiempo (y de siempre) es ¿qué significa pensar?[9] Ahora bien, el pensamiento trabaja con conceptos. He ahí el porqué de la preocupación de Deleuze por el concepto. La cuestión es en qué tipo de conceptos está preocupado el pensamiento: ¿universales, abstractos? o más bien ¿singulares, concretos? Entre otras, esta es una de las cuestiones que lleva a Deleuze a diferenciar dos modelos o, como él dice, imágenes del pensamiento: una dogmática y otra no dogmática. La primera es justamente aquella que trabaja con conceptos universales y que se dedica a pensar sobre ellos, y que, en tanto ya dados o establecidos, predeterminan o prefiguran la forma en que el pensamiento debe orientarse, su ejercicio. Además, y esto es lo más grave, mediatizan la realidad a través de sus representaciones, generando un hiato entre el hombre y la experiencia, y su experiencia del mundo. En cambio, el pensamiento no dogmático al trabajar con conceptos singulares está necesariamente en contacto directo con una experiencia del mundo, experiencia de la cual emergen sus conceptos. Y con la experiencia, además, recupera el tiempo, es decir, el movimiento de la vida. Conversión empirista[10].

Además, Deleuze ha señalado en diferentes lugares que la función específica de la filosofía es crear conceptos. Y junto al arte y a la ciencia forman las tres disciplinas constructivistas, es decir, las que buscan hacer determinables zonas de lo real. La filosofía, como ya vimos, lo hace a través de la creación de conceptos (formas de pensar); la ciencia a través de funciones; y el arte a través de preceptos (formas de percibir) y afectos (formas de experimentar)[11]. Es obvio, entonces, que Deleuze, en tanto que filósofo, se haya preocupado intensamente por devolverle la vitalidad al concepto. Así pues, aunque su viaje parte de ahí, tiene escalas en incontables lugares, siempre denunciando el sedentarismo en las diferentes formas de vida (política, psicoanálisis, lingüística, etc.)
[1] La lectura que tiene de Deleuze de Bergson puede encontrarse en su pequeño libro titulado El bergsonismo (Madrid: Cátedra, 1996)
[2] Cf. ¿Qué es la filosofía?, capítulo 1, ¿Qué es un concepto?
[3] Cf. Ibid., pp. 25-29.
[4] Cf. Conversaciones, o.c., p. 227.
[5] Deleuze, El pliegue. Leibniz y el Barroco, Barcelona: Paidos, ----
[6] “Señalar puntos me parece una estupidez”, Cf. Coversaciones, o.c., p. 254.
[7] Cf. Conversaciones, pp. 216-218
[8] Cf. Conversaciones, o.c., p. 248.
[9] Cf. Martin Heidegger, ¿Qué significa pensar?,
[10] La cuestión de la simégnes del pensamiento atraviesa toda la obra de Deleuze. Pueden verse Proust y los signos, Nietzsche y la filosofía, Mil mesetas, pero especialmente, Diferencia y repetición donde Deleuze desarrolla un análisis profundo de la imagen dogmática del pensamiento y sus características o postulados.
[11] Esta constituye la temática de ¿Qué es la filosofía?