La voz de la Filosofía

Este blog tiene la intención de promover un espacio -virtual, pero no por eso menos real-, en el que los que nos dedicamos a la filosofía (y también los que no) podamos "hablar" y "escribir"...

jueves, febrero 15, 2007

La filosofía en movimiento. Deleuze y la producción de un pensamiento vitalista

I
Deleuze [1] afirma en Conversaciones que toda su filosofía y que, en general, todo lo que ha hecho en su vida, ha sido vitalista[2]. Esta confesión nos ubica frente a un determinado modo de existencia, frente a una pasión. Deleuze fue un filósofo que amó las líneas, los pliegues, las bifurcaciones, los procesos, los flujos, las multiplicidades, en pocas palabras, todo aquello que diera cuenta del movimiento. Una vida en movimiento representaba ante sus ojos una existencia emergente; por el contrario, una vida estática era síntoma de decadencia[3]. De ahí que su pensamiento sea una defensa abierta del nomadismo, al mismo tiempo que una denuncia de toda forma de vida sedentaria (dominación, opresión)[4].

Esta pasión lo condujo a desplegar una filosofía que buscará siempre dar cuenta del movimiento, es decir, de su conexión con la vida. El tema es nietzscheano: filosofía y vida deben constituir una unidad[5]. Sin embargo, la tarea de Deleuze no es fácil. Se enfrenta en cada esquina con aquellos que adoran obsesivamente lo eterno, lo universal, el origen, el fin, lo que no cambia: Idea, Dios, Cogito, Edipo, Derechos Humanos, etc. Todos aquellos que filosofan en torno a conceptos universales son enemigos de la vida, pues ¿bajo qué condición un concepto puede llegar a ser universal? ¿qué destilaciones tiene que sufrir para convertirse en representante de todos? Solo hay una respuesta posible: abstracción. Justamente, un concepto se define, grosso modo, como aquello que un grupo de individuos comparte entre sí y hace de ellos un conjunto, es decir, como aquello que homogeniza lo heterogéneo. No obstante, esta homogenización se realiza a costa de los elementos diferenciales de cada uno de esos individuos, a costa de sus singularidades. Son las diferencias las que se eliminan a favor de la unidad en la identidad del concepto. Y esto expulsa también al tiempo, es decir, al movimiento de la vida. Pensamiento que se opone a la vida. Ya Nietzsche lo había denunciado[6].

Una filosofía de esta naturaleza –tributaria del concepto universal– solo puede dedicarse a trabajar sobre lo establecido. Así, a lo largo de la historia, la filosofía ha sido definida como contemplación, cuando el saber se definía como la visión privilegiada sobre una objetividad suprema (la Idea o Dios); o como reflexión, cuando el conocimiento consistía en la inspección del espíritu sobre sí mismo para hallar lo común (ideas innatas, categorías); o, finalmente, como comunicación, cuando lo aceptado surge del acuerdo o consenso sobre ciertas opiniones. En síntesis, en los tres casos, la filosofía siempre se ha definido como una filosofía del “sobre”, del “acerca de”[7]. Y esto implica la existencia de una materia dada sobre la cual la filosofía se debe ejercer. Esta sumisión ante lo dado o establecido, convierte a la filosofía en un funcionario de su época, en un administrador encargado de maximizar las ganancias haciendo un uso efectivo de los recursos. Es un pensamiento impotente, que no tiene la capacidad de producir ni de crear algo nuevo. Por ello, para liberar a la filosofía de la opresión en la que esta sumida es necesario religarla a la vida, esto es, “retirarle al filósofo el derecho a ‘reflexionar sobre’”[8] y permitirle poner en movimiento toda sus potencias creativas… (continuará)

[1] Este texto ha sido elaborado básicamente a partir de algunas ideas extraídas del libro Conversaciones (Madrid: Pre-textos, 1996) y de ¿Qué es la filosofía?, libro que Deleuze escribió junto a Guattari poco antes de morir (Barcelona: Anagrama, 1994).
[2] Conversaciones, p. 228.
[3] Deleuze retoma de Nietzsche la necesidad de evaluar los modos de existencia a partir de su “potencia”: vida activa o vida reactiva.
[4] Lo grave de la opresión, piensa Deleuze, no es que ofenda a los valores eternos (libertad, derechos humanos, respeto, etc.) sino que impide el movimiento. Cf. Ibid., p. 194.
[5] Esta necesidad puede verse a lo largo de toda la obra nietzscheana. Véase, por ejemplo, La genealogía de la moral o El ocaso de los ídolos.
[6] Véase, por ejemplo, La genealogía de la moral y, específicamente sobre la abstracción de los conceptos, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.
[7] Cf. ¿Qué es la filosofía?, pp. 12-13.
[8] Conversaciones, p. 194.

2 Comments:

At 2:56 p. m., Anonymous Anónimo said...

interesante

 
At 11:16 a. m., Anonymous Anónimo said...

Los derechos humanos son abstracciones, por ello es importante la jurisprudencia (el estudio de un caso y su resolucion).
Muy buen post me ayudo a aclarar muchas dudas.

Alex

 

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