La voz de la Filosofía

Este blog tiene la intención de promover un espacio -virtual, pero no por eso menos real-, en el que los que nos dedicamos a la filosofía (y también los que no) podamos "hablar" y "escribir"...

miércoles, diciembre 13, 2006

Lima reactiva

Nietzsche nos enseñó a distinguir dos tipos de formas de ser en el mundo, dos actitudes vitales, dos tipos humanos: lo activo y lo reactivo. Esta pareja de conceptos siempre me pareció perfecta para calificar a nuestra sociedad. Para reconocernos en ella. Más de una vez he intercambiado esta idea con algunos amigos. Ahora va para todos. Nuestra sociedad -Lima específicamente- es profundamente reactiva. A nadie se le escapa que somos una sociedad discriminadora y excluyente; aunque, como mostraba una encuesta presentada por los medios hace unos días, estas actitudes paracen ser exclusivas del otro, nunca propias. Nuca soy yo, siempre es el otro. Lógica perversa de proyectar en el otro nuestros deseos no reconocidos. Además de esta lógica excluyente que es profundamente reactiva y que el discurso oficial rechaza (no es políticamente correcto discriminar, aunque subrepticiamente es necesario hacerlo para mantener segmentos claros) existen dos actitudes muy peruanas -muy limeñas, de nuestra sociedad-: la verguenza (el popular "roche") y la crítica ladina. Es impresionante el "roche" de mucha gente al enfrentar situaciones en las que se ven expuestos a la mirada ajena. Y, obviamente, cabría preguntarse por qué. ¿Inseguridad? ¿autoestima baja? ¿falta de confianza en sí mismos? Seguramente todas estas son opciones válidas. Pero pienso -y este es el centro de este asunto- que hay una salida más potente y tiene que ver con la segunda actitud que mencioné líneas arriba: la crítica ladina. En principio no tenemos roche en el baño, frente al espejo; tampoco con la gente que tenemos más cerca, amigos o familiares; aún menos, supongo, con nuestra pareja, en la cama. ¿Cuando surge este sentimiento que paraliza y ahoga toda posibilidad creativa y de expresión? ¿Cuándo empezamos a dudar tanto de nosotros mismo que nuestro cuerpo se calienta y el tartamudeo invade el habla? Esto sucede cuando la mirada del otro recae sobre nosotros, pero ¿cuál es el problema de eso? ¿no era acaso para el hombre griego la mirada ajena condición de posibilidad para el reconocimiento y la exaltación? La mirada constituye, la mirada reconoce, la mirada ofrece abrigo, hogar, calor; la mirada atenta y directa transmite sinceridad y apertura... y, desgraciadamente, esa no es nuestra mirada. Por ello, la causa del roche está en la mirada torcida del otro: mirada sesgada, maliciosa, oculta. Mirada atenta como la del águila a captar el error, la traba, el defecto, para inmediatamente hacer de ello su potencia. Crítica ladina, negativa, nunca positiva. Quien habla en público -y pongo este ejemplo pensando en mis alumnos, pero se hace extensivo a cualquier grupo- está sometido al escrutinio de un público dispuesto a despedazarlo, nunca a sostenerlo.
Hacer de la falla del otro nuestra máxima potencia. ¿No les suena eso conocido? Caracter absolutamente reactivo. El hombre reactivo es aquel que no puede gozar por sí mismo de la vida, aquel que no puede afirmarse sin negar o destruir al mismo tiempo al otro. Como decía Hobbes, la autoafirmación pasa por someter y aplastar al otro. Pero esto sucede en el estado de naturaleza, no en un supuesto estado social. ¿No será que nuestra sociedad involuciona hacia un estado natural? ¿el hombre como el lobo del hombre? Definitivamente son escenas terroríficas las que vemos cotidianamente en las calles, desde las combis y los mounstruos que habitan en ellas (dignos personajes de Sin city) hasta los maniquíes de series televisivas que retratan "esta sociedad". ¿Dónde está la humanidad? ¿en qué momento se perdió?
Nos arrochamos porque sabemos que el otro está presto a aplastarnos al menor fallo, y sabemos eso pues nosotros somo ese otro. "Un yo es siempre otro". El carácter reactivo es propio de todos nosotros. La sangijuela sería la mascota limeña: sangre de tu sange. Cambiar esto exige pensar y sentir en términos activos, buscar potenciar nuestra capacidad de gozar, que nuestra existencia no pase por la negación de la de los otros.
Gozar es siempre gozar con otro.