La voz de la Filosofía

Este blog tiene la intención de promover un espacio -virtual, pero no por eso menos real-, en el que los que nos dedicamos a la filosofía (y también los que no) podamos "hablar" y "escribir"...

jueves, agosto 03, 2006

Conexión cero



Como comenté en un post anterior llegué a la filosofía a través de la literatura (lo de las conexiones, recuerden). Ahora prácticamente he abandonado la literatura, ¿por qué? realmente no lo sé, y no pienso psicoanalizarme para descubrirlo (sinceramente cada vez creo menos en el psicoanálisis, pero eso será motivo de otro post). Solamente sé que la mayoría de novelas o cuentos que empiezo a leer pronto me aburren: los siento vacíos, lentos, bastante artificiales, como si todo lo que en ellos hay o sucede fuese de utilería, de cartón o de tecnopor. Sin embargo -y esto es lo que motiva estas líneas- algunas historias y algunos personajes, pocos hasta ahora, me envuelven de manera fantástica, como si entre ellos y yo existiese una íntima relación, como si hubiese un secreto que solo nosotros conociéramos. Siento placer con ellos, el placer de la complicidad, de saberme secretamente reconocido. Como si ellos me dijesen al oído, rozándome la oreja: “sí, sabemos que eres tú, y que eres como nosotros; pero no te preocupes, nadie más lo sabrá”.
Dos personajes se han convertido en mis cómplices confesores, solo ellos saben perfectamente lo que yo sé, porque ellos sienten lo que yo siento: Dino y Bartleby. El primero, centro en torno al cual gira la novela titulada El tedio de Alberto Moravia, ensaya una definición del aburrimiento (o tedio) magnífica: “el tedio es”, dice, “la ausencia de relaciones con la realidad”. Y, como él, yo siempre me aburrí. Pero acá “aburrimiento” no se opone a “diversión”, como normalmente se puede pensar, sino a “creencia”. Me aburro porque no creo. ¿En qué no creo? justamente en la realidad: en la gente, en la mesa donde como, en la comida que como, en la computadora en la que escribo, en los derechos humanos, en todo. El tedio o aburrimiento es la cara existencial (o psicológica) del escepticismo. Siempre me pareció absurdo creer en Dios. Y Bartleby (personaje de Herman Melville), por su parte, no solo expresa la misma ausencia de relaciones con la realidad que reconocía Dino, sino que, llevándonos a una posición mucho más angustiante, ha decidido vivir de acuerdo a esa constatación: “Preferiría no hacerlo”, repite una y otra vez. (importante: el tedio no es primariamente un sentimiento, es una forma de entender el mundo; el sentimiento viene después; y, finalmente, la práctica). Bartleby practica radicalmente su escepticismo, su aburrimiento, aunque parece no reconocerlo. Su historia es un grito agónico por recuperar (¿alguna vez existieron?) esos vínculos con la realidad.
¿Y las conexiones? Hay que hacerlas!!!
posted by Alejandro

1 Comments:

At 1:57 p. m., Blogger cristina said...

digno representante del postmodernismo... recomiendo andarse con cuidado

 

Publicar un comentario

<< Home